Redacción de Smartencyclopedia
El 12 de enero de 1610 marcó el inicio de un acontecimiento trascendental en la historia de España: la expulsión de los moriscos de Andalucía. Esta medida, ordenada por el rey Felipe III, formó parte de un proceso que se extendió desde 1609 hasta 1613 y resultó en el destierro de más de 300,000 personas.
El término «moriscos» hace referencia a los descendientes de musulmanes que habitaron en España durante más de ocho siglos. Desde la entrada de los Reyes Católicos y Boabdil en el último reino nazarí en 1492, la asimilación de la población musulmana en estas zonas fue un desafío constante. A pesar de acuerdos iniciales favorables que respetaban sus derechos y permitían la práctica de sus costumbres y religión, la persecución liderada por el cardenal Cisneros se extendió por más de un siglo.
La Rebelión de las Alpujarras en 1568 marcó un punto crítico, y Juan de Austria logró sofocarla, resultando en la reubicación de 80,000 moriscos granadinos en otras regiones de España. Sin embargo, la situación no se consideró resuelta para el hijo de Felipe II, quien aspiraba a expulsar a todos los moriscos del país.
La decisión de expulsar a los moriscos de España se consolidó bajo el reinado de Felipe III, con la influencia del duque de Lerma, inicialmente reacio debido a sus negocios con esta población. Sin embargo, las promesas de compensación para aquellos españoles que mantuvieran relaciones comerciales con los moriscos llevaron a Francisco de Sandoval y Rojas a convertirse en un ferviente defensor de la deportación masiva.
El duque de Lerma trazó un plan maestro: los nobles perjudicados se quedarían con los bienes expropiados a los moriscos como indemnización. Se desató una campaña de descrédito contra los moriscos, acusándolos de conspirar con los franceses y ser una quinta columna del imperio otomano. En 1609, lo que el Cardenal Richelieu describió como «el acto más bárbaro de la historia del hombre» comenzó en Valencia y se extendió a Andalucía, Aragón y otras regiones españolas.
Las consecuencias fueron devastadoras para el reino, con la pérdida de mano de obra esencial para la agricultura y una disminución significativa de los tributos. Turquía y el norte de África se convirtieron en destinos para los 300,000 moriscos expulsados.
La expulsión de los moriscos de Andalucía dejó una marca imborrable en la historia de España, destacando las complejidades de la convivencia entre culturas y las decisiones que moldearon el curso de una nación.